La era de la globalización se caracteriza principalmente por la desaparición de fronteras en el ámbito económico, en el campo político y en el sociocultural. Se distinguen tres niveles de globalización conectados entre sí.
*La globalización económica. Fruto de un liberalismo económico que favorece la libertad mediante la no intervención del Estado en materia económica, eliminando cualquier traba política y favoreciendo la libre circulación de mercancías. Esta eliminación de fronteras se ve potenciada por las nuevas tecnologías, que permiten la comunicación entre todos los puntos del planeta de un modo instantáneo, al mismo tiempo que la producción se internacionaliza y se difunde entre todos los países.
*La globalización política. Se produce porque la tecnología está al servicio del poder político, cuya finalidad es el control y la implantación de un modelo único de pensar y de vivir. De esta manera prevalece un modelo democrático liberal que se exporta al mundo y que es adoptado por gran parte de los países como el único modelo válido.
*La globalización ideológica y cultural. Encargada de presentarnos el modelo democrático liberal como el único modelo aceptable, se sirve de la universalización de una serie de valores que dejan de ser subjetivos para adentrarse en el campo de la objetividad.
En consecuencia, el neoliberalismo, legitimado por las teorías económicas, asume el carácter de ideología global y nos da una visión de la realidad como si fuera la única asumible.
En este contexto no tiene cabida:
-El cuestionamiento mismo de los pilares de esa ideología global que responde a una razón instrumental cuya finalidad es asegurar y consolidar el poder de los mercados.
- La filosofía como pensamiento crítico y libre, como escuela de paz y de solidaridad.
De ahí que la actual sociedad se haya convertido en una sociedad posfilosófica.
La filosofía ha de ayudarnos a comprender que nuestra supervivencia tiene una dimensión histórica y cultural que se mide por lo que en una sociedad se considera una vida buena y digna.
Para la humanidad solo parece existir un destino elaborado por las minorías que defienden sus propios intereses económicos por todo el mundo. Cabe preguntarnos entonces:
*¿Estamos realmente ante el fin de la historia, ante el fin del mito del progreso y de la revolución?
*¿Hemos llegado a un punto en el que, como si fuéramos una especie zoológica, hemos de conformarnos y renunciar a nuestra auténtica esencia humana de imaginar y crear una historia habitada por seres conscientes de su propia humanidad?
Ante esta disyuntiva, la filosofía es hoy más necesaria que en otras épocas y tiene la doble función de:
-Alertarnos de la gravedad de una geopolítica construida sin ideales, sin justicia ni solidaridad.
-Guiarnos y orientarnos para conseguir una humanidad pacificada, común y universal, como afirmó Kant en su obra Sobre la paz perpetua (1795).
Para ello, la filosofía ha de ser capaz de provocar debates sobre el auténtico significado de la justicia, el derecho, de la jerarquía de los valores y de la corrección o rectitud de las normas morales. Los seres humanos no podemos renunciar a cuestionarnos:
*Los principios de nuestras acciones.
*La finalidad de nuestras sociedades.
*La validez de nuestros sistemas de normas.
*La legitimidad de los poderes que se nos imponen.
Cuestiones estas que debemos afrontar en un debate público y plural, pues al no hacerlo entregamos acríticamente y a ciegas nuestras supervivencia a fuerzas ideológicas que toman decisiones en función de sus propios intereses de dominio. La filosofía hoy más que nunca ha de presentarse como un saber que conserve toda la carga emancipadora de sus orígenes y sea capaz de tomar conciencia del potencial liberador que contiene. Un saber que, como señala Habermas, ha de abordar una reflexión crítica sobre los sistemas de saber de nuestra cultura y su relación con nuestra condición humana.
Es preciso recordar que la historia de la filosofía, desde sus inicios, desde las mitologías hasta la ciencia moderna, ha pasado por diversas formas de entender la naturaleza y la sociedad. Los filósofos griegos realizaron ese esfuerzo, fueron los primeros que despertaron y buscaron explicaciones razonadas sobre lo existente. En ese itinerario histórico, la Ilustración encontró en la lucha contra la ignorancia, las injusticias y los prejuicios, y contra todo tipo de oscurantismo, la brújula donde orientarse para construir una historia de la humanidad en la que la barbarie y la irracionalidad no tuvieran lugar.
Sin embargo, ese recorrido histórico ha devenido dialécticamente en la dominación de unos grupos por otros. En consecuencia, han reaparecido nuevas mitologías que suponen una vuelta a la captación irracional de la realidad. Los valores y los códigos de comportamiento se alimentan ahora de mensajes mediáticos e iconográficos que alimentan las conductas más irreflexivas entre los jóvenes y que son presentadas como “lo cool”. Basta acudir a los personajes imaginarios televisivos y cinematográficos (horcos, gremlins, vampiros, zombis…), a toda una irrealidad tecnológicamente planificada, para comprobar cómo la ciudadanía se va convirtiendo en un conjunto de espectadores pasivos y acríticos. Con el triunfo de la razón instrumental, la realidad ha quedado ficcionalizada y se ha transformado en un cúmulo de ficciones que sustituyen la captación personal de las impresiones diarias de cada individuo.
Es un hecho que vivimos en un entorno mediático que ofrece una “hiperinformación” sesgada, orientada a la consecución de los objetivos que un sistema globalizado ha programado. En este entorno caótico se produce la exaltación de una razón cínica que cristaliza después en la sociedad en una serie de conductas sin principios éticos. Lo real y lo virtual conviven en las psicologías colectivas, donde el sujeto es ya lo poshumano, es decir, un sujeto con una serie de artilugios incorporados (tableta, móvil…) que le permiten acceder a todo tipo de información, pero sin comprender en realidad el potencial que ello supone y la exposición a la manipulación que conlleva.
Es así como la historia del fracaso de los ideales emancipatorios de la Ilustración muestra la incapacidad de la humanidad para otorgarse libremente fines racionales en los que realizarse. En este panorama trágico cabe preguntarse, ¿qué posibilidades tiene la filosofía hoy entre un presente posfilosófico y un futuro poshumano? Y precisamente más que nunca la filosofía ha de denunciar la ilusión de emancipación que la racionalidad tecnológica y económica produce y al mismo tiempo ha de ayudar a reconstruir la praxis colectiva. Es en este sentido en el que, según Habermas, la filosofía se encuentra entre una de las ciencias sociales críticas junto con el psicoanálisis de Freud y la crítica ideológica de Marx y la Escuela de Frankfurt. La filosofía como guarda en intérprete de la verdad, del logos, es pues entendible solo en términos de una crítica ideológica que utiliza la autorreflexión para valorar las ventajas y desventajas que supone esta nueva etapa de la humanidad que estamos viviendo.
La filosofía no ha cumplido aún su función y hay que tenerlo muy en cuenta pues nos va en ello nuestra supervivencia cultural como seres humanos.
(Amparo Zacarés Pamblanco, Clara Fuster González, Andrea Belenchón Marco. Historia de la Filosofía. 2º Bachillerato. Editorial Mc Graw Hill. Madrid. 2016)